domingo, 10 de febrero de 2013
cine de verano
CINE
DE VERANO
En los cementerios
bebimos un largo dolor de azucenas,
manadas de niños albinos preguntaron bajo el amianto de la Luna.
Teníamos veinte años en las
azoteas y en la sangre
paisajes subterráneos añadidos a cigarrillos de marca
americanos.
Escribían diminutos líquenes sobre los corazones tatuados,
Do you remember?
Saltamos entre las lapidas.
Después, en Carnaby street, nos alumbra la cicuta;
hay úteros con mimbre de neón advirtiendo como se desgajan
las frías corrientes que atraviesan el Hudson.
Hologramas,
con el chico marica en
un vaso de gin disecado, muslos
acribillados por imágenes
nucleares tan sedientas
de las quemaduras
que nos abrieron
las puertas de Nagasaki.
En las hogueras desnudábamos
esqueletos para seguir amamantando
la fiebre de los débiles niños probeta,
nacidos desprotegidos sin cascara, secados demasiado pronto sin la
placenta,
nos acostaríamos en los cines
a la espera de ser exterminados.
Necesitábamos apostar a las
puertas del cielo.
sábado, 9 de febrero de 2013
vino
el frío a instalarse en campos de simiente
con sus frutos obscuros
cayendo en esteros de espesa niebla,
y el dolor de un parto que
estremece a las norias.
El invierno lame la pureza
de las ramas abrasadas
donde la oquedad del viento
desciende a los huesos y las
ortigas
con su sabor añil
y a niños castigados
enfurecen los signos destinados a desaparecer
una nueva presentación
POSTALES
PARA UN INVIERNO NUCLEAR
A
veces se trata sólo de sobrevivir a un invierno nuclear, imágenes o sonidos que
permanezcan en el interior de nuestras pupilas, como el arañazo de un gato; a
tantas y tantas fotografías que marcan el final de esa belleza inconsciente.
En esta ciudad de derivaciones y exorcismos new romatics quedan
los retratos esparcidos, las lápidas de la juventud violenta, los ancianos
vivientes huyendo de una Hiroshima en llamas, a pesar de la insistencia de un
paisaje invernal que no cesa en sus artificios. La eterna posibilidad de la
belleza -cruel y ética- que reside en la mirada de las estatuas.
JOSE GABARRE
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